lunes, 26 de octubre de 2015

Día de Muertos,Miquiztli, Muerte.

¿Acaso de verdad se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.

Nezahualcoyotl.




En la concepción autóctona del altiplano central de México, Mictlan, es el lugar del reposo y la quietud, destino final de los muertos. Miquiztli, 'muerte', es renovación y transformación: dualidad muerte-vida en un ciclo perenne. Omnipresente en tiempo y espacio: en los procesos biológicos, lo mismo en la germinación de una semilla de frijol, que muere para dar paso al brote de una pequeña planta en un rascacielos, que en una fiesta tradicional celebrada en un camposanto, en Amilcingo, Morelos que en Tzintzuntzan, Michoacán o Mixquic, D. F. con comida y bebida acompañada de música de bandas de pueblo o de mariachis. Figura también como sexto día de los 20 que conforman el Metztli o ciclo "mensual" de la cuenta del tiempo en el México ancestral.

Miquiztli, está asociado con el Mictlan, 'entre los muertos' región de quietud, destino de los muertos. El rumbo del norte, se denomina en lengua náhuatl: Mictlampa y se relaciona con el color negro o el blanco. En el códice Borgia podemos apreciar una representación pictográfica donde aparecen fundidos: Ehecatl-Quetzalcoatl y Mictlantecuhtli, simbolizando la dualidad vida-muerte.

En el Códice Boturini o "Tira de la Peregrinación", documento histórico, elaborado en escritura pictográfica Nahuatl, se encuentra una lámina que describe un pasaje, donde cuatro personajes llamados teomamah, 'cargadores de difuntos' llevan a cuestas en sendos bultos mortuorios, uno de los cuales corresponde al difunto Huitzilopochtli, (cabeza humana asomando por el pico de un colibrí) quien fungía como guía, en el "peregrinar" del grupo Mexica.

La relación entre el difunto Huitzilopochtli y los mexihtin, gentilicio que asumen estos al inicio de su migración y que deriva de Mexih, nombre que también designa a Huitzilopochtli. Este es el más remoto antecedente histórico registrado, sobre las relaciones sociales entre todo un Pueblo y sus difuntos.

Meses en que se celebraban las festividades y ceremoniales, en honor de los difuntos:


 
 TLAXOCHIMACO, 'Se ofrecen flores mutuamente'. En las casas se ponían pequeñas ofrendas dedicadas a los niños ya fallecidos, por ello este mes también se llama MICAILHUITONTLI, 'Pequeña fiesta de muertos'. Diego Durán describe su pictografía: un muerto amortajado con una bandera enhiesta en la espalda .Como se puede observar en la parte derecha de la imagen.
 

 





Durante este mes se hacían ofrendas a Huitzilopochtli, para cuya festividad, se hacían tamales y se guisaban gallinas y perros para la comida. La ceremonia se iniciaba al amanecer con ofrendas de flores, copal y comida a Huitzilopochtli. Después de la ceremonia se empezaba el convivio. Al medio día, en el patio de la Huei Teocalli se hacía una solemne danza, que era guiada por los guerreros tenochcas más valientes. En esta danza, asidos de las manos se alternaban un hombre y una mujer, cantando y culebreando, haciendo pasos sobrios al compás del son y del canto, a un ritmo muy lento y pausado.


 

XOCOHUETZI, 'Cae fruta' en este mes, se recordaban a los difuntos mayores, éste mes también se conoce como HUEYMICAILHUITL, 'Gran fiesta de muertos', a los difuntos se les ofrecen frutos, guisos y los dulces que les gustaban en vida, además de ropas y herramientas, según su oficio. Esta fiesta se realizaba en los patios de las casas.







 

TEOTLEHCO, 'Sube el difunto', (coincide con noviembre) en este metztli `mes' se celebraba en la antigua Anahuac la fiesta dedicada especialmente a Huitzilopochtli, también conocido como Mexih, que como difunto guió la migración de los Mexihtin (aztecas) desde su salida de Aztlan hasta la fundación de Tenochtitlan donde permaneció enterrado en la Huei Teocalli, gran casa del Sol, (hoy Templo Mayor) hasta la invasión española.







 En el día Cuauhtli, 'águila', de este mes, se adornaban las casas con carrizos atados de tres en tres con flores, en honor al difunto Huitzilopochtli: al llegar la noche se hacía una fiesta en la que todos, comían y los ancianos bebían meoctli (bebida fermentada), compartiendo estos alimentos con los difuntos.
En las ofrendas se colocaban todo tipo de alimentos y productos del campo que disfrutaba el difunto. No faltaban el sahumador prendido ni el maíz de los cuatro colores señalando los rumbos: Amarillo para el oriente, rojo para el poniente, blanco o negro para el norte y azul para el sur.


 
 TOXCATL 'falta de agua', y una de sus representaciones era un collar de palomitas de maíz. Este metztli 'mes' estaba dedicado a las fiestas de Tezcatlipoca y Huitzilopochtli; según un manuscrito de 1553 que se conserva en el Escorial, y que cita Gómez Orozco, también en este mes se hacía una fiesta en memoria de los difuntos: se ofrecían muchas gallinas, maíz, mantas, vestidos y comida. En cada casa se hacía gran fiesta, sahumando con incienso las ofrendas de sus difuntos, y cada año hacían lo mismo
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QUECHOLLI 'cuello de hule'. En el quinto día de este mes, dice Sahagún; se hacía una ceremonia para los muertos en la guerra, hacían unas saeticas pequeñas [sic] que ponían sobre las sepulturas de los difuntos, también ponían un par de tamales dulces. Al final del día encendían las teas y quemaban las saetas y las teas y las cenizas y carbón lo enterraban sobre la sepultura del difunto.











IZCALLI 'renacimiento'. En este mes, narra Sahagún se celebraba el Huauhquiltamalqualiztli fiesta en la que se comían tamales en todas las casas y ofrendaban un tamal sobre cada una de las tumbas de sus difuntos, para después consumirlos ellos.




Celebración del Dia de muertos en México


El Día de Muertos es una celebración mexicana que honra a los ancestros durante el 2 de noviembre, coincidiendo con la celebración católica del Día de los Fieles Difuntos. Aunque se ve primariamente como una festividad mexicana, también se celebra en muchas comunidades de los Estados Unidos donde existe una gran población México-americana, y en una menor medida también se celebra en algunas partes de Latinoamérica.

 Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México, pueden ser trazados hasta la epoca de los indígenas de Mesoamérica, tales como los Aztecas, Mayas, Purepechas, Nahuas y Totonacas. Los rituales que celebran las vidas de los ancestros se realizaron por estas civilizaciones por lo menos durante los últimos 3,000 años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.

 El festival que se convirtió en el Día de Muertos cayó en el noveno el mes del calendario solar azteca, cerca del inicio de agosto, y era celebrado durante un mes completo. Las festividades eran presididas por el dios Mictecacihuatl, conocido como la "Dama de la muerte" Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos
  
Mictecacihuat

Costumbres


Se cree que las almas de niños regresan día primero de noviembre, y las almas de los adultos regresan en día 2 de noviembre. Uno de los símbolos comunes del día de muertos son las calacas; son cráneos que los celebrantes representan con mascaras. Las calaveras de dulce, tienen inscritos los nombres de los difuntos (o en algunos casos de personas vivas en forma de bromas) en la frente, son consumidas por parientes o amigos. Otros platillos especiales del Día de Muertos incluyen al Pan de Muertos, un panecillo dulce hecho a base de huevo que se hornea en diferentes figuras, desde simples formas redondas, cráneos y conejos.
Otra importante forma que toma esta celebración son las famosas litografías (támbien llamadas frecuentemente “calaveras”), que constan de versos donde la Catrina (la muerte) bromea con personajes de la vida real, haciendo alusión sobre alguna característica peculiar de la persona en cuestión, y finalizando con frases donde se expone que se lo llevara a la tumba. En la actualidad es común ver litografías en los principales diarios de México, donde se hacen parodias de personajes políticos junto con la catrina en fechas cercanas al 2 de noviembre.
Los planes para el festival se hacen en el transcurso del año, incluyendo el acopio de las ofrendas que serán expuestas para los muertos. Durante el período del 1 al 2 de noviembre las familias normalmente limpian y decoran las tumbas con coloridas coronas de flores (de rosas, girasoles, etc.), las cuales se cree atraen las almas de los muertos.
En el caso de que no se pueda visitar la tumba (ya sea por que ya no existe la tumba del difunto, o porque la familia esta muy lejos para ir a visitarla) también se elaboran detallados altares en las casas, donde se ponen las ofrendas, que pueden ser platillos de comida, el pan de muertos, vasos de agua, mezcal, tequila, pulque o atole, e incluso juguetes para las almas de los niños. Todo esto se coloca junto a retratos de los difuntos rodeados de veladoras.


La celebración de Días de Muertos en México (Contexto histórico)

Proclamada por la UNESCO como patrimonio intangible de la humanidad (noviembre 2003), la celebración de los Días de Muertos en México es producto de un sincretismo religioso. Con dos raíces, la indígena y la española, conjunta elementos de ambas; sin embargo, esta celebración es una práctica social que se transforma en el discurrir del tiempo. Asimismo, las diferencias de las localidades donde se lleva a cabo marcan particularidades distintivas a la vez que identitarias.

Quizás el origen de la ceremonia de ofrendar a los muertos se ubique en China y Egipto, de donde fue tomada por los árabes en el siglo VIII y llevada a la Península Ibérica durante la dominación de los moros. Luego de muchas guerras y largos procesos de unificación entre los pequeños reinos de la península, así como de resistencia a las invasiones de visigodos y árabes, se logró la unidad y el establecimiento de la religión católica a finales del siglo XV. Así, aunque no exentos de la influencia árabe, los ritos funerarios que desarrollaron en la península se inscribían en los marcos del catolicismo. En las fechas de Todos Santos y Fieles Difuntos, consideradas como de culto a los muertos, se realizaban diversas actividades en las regiones de España.

George Foster dice que en Cataluña “se ofrendaba una flor pequeña y amarilla, la siempreviva, que recuerda al cempasúchil mexicano. En gran parte del norte de España (provincias vascongadas, norte de Castilla la Vieja, y Aragón), se llevaban a la misa ofrendas de trigo o de pan y vino para que recibieran la bendición, o se ponían directamente en las fosas. Parece que la costumbre no fue común en el sur y hoy día casi ha desaparecido en el norte. La creencia de que las almas de los muertos regresan a la tierra para compartir estos alimentos apenas se conserva hoy, aunque tal pensamiento se encontraba antaño tan firmemente arraigado en Asturias que, por ejemplo en Proaza, poca gente dormía la víspera de las benditas ánimas. La mayor parte de la gente no ocupaba sus camas para que las almas de sus parientes fallecidos pudieran descansar, si así lo deseaban, la noche de su visita a la tierra. La actividad tradicional de la víspera de los santos difuntos es la de doblar las campanas durante toda la noche. Los muchachos que las tocan, y en ocasiones los adultos, se calientan alrededor de una fogata, tuestan castañas y beben vino. En muchas aldeas del norte y del centro de España, los jóvenes van de casa en casa, pidiendo limosnas para los muertos, orando a veces por las almas de los difuntos de cada hogar donde hacen su petición. Las limosnas, en especie o en efectivo, se las entregan al cura, de quien esperan que les ofrezca, a su vez, la colación nocturna.

En Aragón, se alumbraba a los muertos con velas y se comían los “huesos de santo”, que eran dulces de mazapán en forma de tibias. Otra ofrenda de alimentos era el “pan de ánimas”, como se le llama en Segovia, claro antecedente del “pan de muerto” que se consume actualmente en México.

Aunque el culto a los muertos español no alcanzó las dimensiones rituales, místicas y de toda índole que tenía en otras culturas, como en la sociedad mexica por ejemplo, evidenciaba la importancia de la muerte en la vida cotidiana, hecho que se percibe nítidamente en el arte de la época.

Los conquistadores y colonos de la Nueva España provenían de casi todas las regiones de la metrópoli hispana, por lo que la diversidad de ritos en el culto europeo a los muertos, enriqueció el sincretismo novohispano. Tales costumbres tuvieron una amplia aceptación por parte de los aborígenes, al encontrar en ellas elementos semejantes a diversas prácticas prehispánicas. Esto ayudó a los evangelizadores españoles a implantar las ideas cristianas en los indígenas conquistados.

Al llegar los españoles a Mesoamérica, encontraron naciones con un ancestral culto a los muertos. Los hallazgos arqueológicos lo registran hacia el año 1350 a.C., en Tlatilco y Tlapacoya, con entierros flexionados, tumbas de lajas, materiales asociados y ofrendas ya suntuosas con posibles sacrificios humanos que infieren una conducta de tipo religiosa.

A lo largo de las 18 veintenas del año azteca se hacían varias celebraciones a los muertos, como lo muestran Graciela Gutiérrez y Javier Córdoba en el trabajo que aquí se incluye. Una de ellas, la del mes Quecholli, coincidía con la fecha de la religión católica, en noviembre. Por otro lado, destacaban otras dos festividades: Tlaxochimaco o Miccailhuitontli, es decir, fiesta pequeña de los muertos o fiesta de los pequeños muertos, y la otra, Xócotl Uetzi, también nombrada Hueymiccailhuitl, la fiesta grande de los muertos. La tarea de conversión católica propició que los diversos ritos del culto a los difuntos se concentrara en los dos días de la religión dominante, por ello la celebración de los difuntos se estableció en México el primero y dos de noviembre, primero la fiesta de los niños, y luego la de los adultos muertos, como en la tradición antigua.

Fuera de estas dos grandes celebraciones se rendía culto a los difuntos en otras ocasiones, aunque en cada una se celebraba a diferentes clases de ánimas. En la concepción mesoamericana del mundo, la existencia del ser después de la muerte no dependía de la manera en que se había vivido (como en la religión cristiana) sino de la circunstancia en que se había muerto.
El sincretismo de esta fiesta es palpable sobre todo en las piezas que integran una ofrenda, aunque también puede apreciarse en tradiciones que fueron parte de los ritos europeos del siglo XVI, y que encontraron eco en las costumbres prehispánicas, como el ofrendar regalos a los muertos, el visitar los panteones para compartir con los difuntos su efímero regreso y el trato especial a los niños fallecidos.

En la época colonial, del lado del pueblo las celebraciones seguían mezclando una buena dosis de tradición y creencias indígenas con elementos del catolicismo, lo que desembocaba en prácticas rituales y ceremonias poco ortodoxas que se percibían más bien como alegres fiestas u ocasiones de relajamiento.

A través de estas celebraciones el pueblo mantenía una cosmovisión propia, que el clero consideró en cierto sentido subversiva. Por ello, las autoridades empezaron a reglamentar las fiestas religiosas en los cementerios, para que éstas tuvieran "más recato y decoro", pues les escandalizaba la visita nocturna que hacían los deudos a las tumbas de sus muertos, con quienes convivían comiendo y bebiendo en exceso. Sin embargo, estas disposiciones nunca llegaron a aplicarse con eficacia.

En la época de la Independencia, la percepción y el culto de la muerte se mantuvo en función de la procedencia social y étnica de la población; los indios conservaron sus cultos tradicionales, con profusión de tibias y cráneos. Entre los criollos, la celebración de difuntos estaba más vinculada a la ortodoxia católica: una invitación al recogimiento, al recuerdo, a la plegaria, a los rezos. Las familias de recursos daban a sus sirvientes “la calavera”, es decir un obsequio en dinero; en los panteones las tumbas eran aseadas y adornadas con flores y velas, notándose más regocijo que pesar. En medio de los extremos, había un intenso proceso de fusión de costumbres. En esa primera época de México como nación independiente, en la capital del país se vendían calaveras y canillas de dulce y en el zócalo se comerciaban juguetes que representaban comitivas fúnebres, esqueletos y calaveras.

A mediados del siglo XIX, la celebración de la muerte adquiría un tono más festivo, se hacían los dulces típicos de calaveritas de azúcar, esqueletos de almíbar, muertecitos de mazapán y se preparaba el pan de muerto.

Durante el porfiriato, las costumbres fúnebres persistieron; el pueblo compartía el pan con los muertos, iluminando los caminos de altares y tumbas; la gente “bien”, imbuida de las formas de comportamiento modernas importadas de Europa, se alejó del espiritualismo de indios y españoles, dando un carácter banal a esta fecha. La comunión entre vivos y muertos, el día de consagración y memoria de los finados, se había convertido para la sociedad porfiriana boyante, en una ocasión para exhibirse. El pueblo seguía inundando los panteones y realizando ahí sus comidas en comunión con los muertos, tratando de complacerlos en el día que volvían a visitar a sus parientes. Los grupos indígenas o mestizos cercanos a esta raíz, siguieron haciendo grandes preparativos para el Día de Muertos: comida, bebida, flores, veladoras, puestos en tumbas y altares. Ya entonces se elaboraba gran cantidad de dulces: calaveritas de azúcar, dulce de tejocote, entierros de garbanzo, calabaza en tacha, dulce de chilacayote.

En la época de la Revolución florecieron las “calaveras”, cuyo antecedente quizá lo podamos encontrar en los panegíricos funerarios traídos por los españoles, mismos que tuvieron su auge en la Colonia, pero lograron pervivir hasta fines del siglo XVIII entre la elite ilustrada. Cuando inició el fervor revolucionario, esos panegíricos fueron criticados por pedantes y ridículos, y se vieron transformados en sátiras a personajes políticos y otras personalidades que gozaban de popularidad.
La frivolidad, la fiesta, las tradiciones, la religiosidad y espiritualismo se fueron mezclando hasta alcanzar buena parte del carácter que percibimos hoy en esta fecha. Actualmente, podemos observar las variantes de esta magnífica fiesta en diversos estados de la República, ya que las tradiciones de cada pueblo varían como resultado de la memoria histórica, de los factores económicos, sociales y de los recursos naturales propios. Estas diferencias van, desde la forma de colocar las ofrendas y el tipo de alimento que se prepara para los difuntos, hasta la disposición de cada uno de los objetos utilizados.

En la región central de México esta celebración se realiza, en las regiones campesinas, cuando está concluyendo el ciclo agrícola. Esto hace suponer que el acto no sólo se limita a rendir culto a los muertos, sino también a las plantas cultivadas que están por finalizar su periodo de vida para renacer al año entrante. De esta forma podemos decir que hay una concepción colectiva de que la muerte biológica es un medio para permitir el desarrollo de nuevos individuos que perpetúen la especie y recuerden a los muertos. Por otra parte la renovación de los lazos de parentesco efectuada durante el festejo se convierte en un mecanismo que fortalece la cohesión y reafirma la identidad para evitar la muerte social del grupo. De esta manera, dicha celebración es un medio a través del cual la familia y la comunidad que la realiza arraigan el presente con su pasado para proyectarse hacia el futuro.

Según los estudios de Catherine Good, los nahuas dicen que “Los muertos trabajan junto con los vivos en la agricultura y benefician directamente a la comunidad al controlar la lluvia y la productividad de las plantas y la tierra. Los muertos pueden traer el viento y las nubes cargadas de agua y hablan directamente con los santos, los dioses y Tonantzin para que ellos manden la lluvia” , por lo que los muertos son esenciales para la fertilidad en general.

Naturalmente, las variaciones en la celebración del día de muertos responden a la historia y las circunstancias propias de cada localidad. En contextos más urbanos, el ritual de convivir con los muertos tiende a desacralizarse. Marta Turok observa las transformaciones ocurridas después de la segunda mitad del siglo XX, en las tradiciones de pueblos, como Mixquic en la ciudad de México, o la isla de Janitzio en Pátzcuaro, Michoacán, donde el fervor se mezcla con el turismo masivo. Los habitantes de estos lugares han aprendido, paulatinamente, que también es negocio conservar la tradición.

En el ámbito de la expresión artesanal popular y del montaje de ofrendas, opina Turok, se produce una explosiva resemantización que convierte el culto a la muerte en un culto al espectáculo. La artesanía ritual se convierte en arte popular decorativo, para ser coleccionado y exhibido.
La ofrenda también ha cobrado nuevos valores: se ha convertido en un símbolo por excelencia para artistas y para el sistema educativo. Por una parte deviene en instalación artística y en performance, y es llevada a museos y centros culturales de México y otros países; por la otra se convierte en las escuelas en un medio de reafirmación de los valores culturales de México, para contrarrestar al anglosajón Halloween.

 EHECATL-QUETZALCOATL MICTLANTECUHTLI

La Santa Muerte:ángel no demonio

La Santa Muerte:Un Arcangel Creado por Dios cuyo nombre real es Azrael.

 Origenes

Azrael (en árabe عزرائيل) es uno de los nombres que recibe el ángel de la muerte entre los judíos y musulmanes. Tiene por misión recibir las almas de los muertos y conducirlas para ser juzgadas
También es llamado Abu Yaria (أبو جارية) por algunos musulmanes y Mordad (مورداد) entre los persas. Su nombre deriva del árabe Izrail (que significa "Aquél a quien Dios ayuda"), en el islam contrario a lo que piensan muchos no aparece este nombre en ninguna parte del Corán ni en ningún hadiz pero si aparece la figura del ángel de la muerte o Malak al-Mawt (ملك الموت) siendo Izraill solo un nombre atribuido sin base en la aqidah (fe islámica) Otros de los nombres que se le atribuyen son: Azrail, Ashriel, Azaril, Azriel, Baltazar y Ozrye.
En textos angélicos nos dicen que el color de la luz que le rodea es color blanquecino y su cristal es la calcita amarilla. También lo asocian con el color, plata, bronce, rojo y negro.

Creación de Dios y Proposito

 Poco después su creación, Azrael fue asignado para estudiar un fenómeno no bien-entendido por el Cielo en ese momento: la disposición de almas humanas. Los ángeles habían sabido mucho tiempo que algunas almas humanas llegaron al Cielo porque se había ofrecido la reencarnación y olvido, pero nadie realmente supo donde iban las almas. Azrael añadió a su nombre la palabra de Muerte para llevar a cabo sus deberes. Azrael aprendió a rastrear las almas humanas después de la muerte, otros ángeles han sido incapaces de realizarlo. Él confirmó esa reencarnación y la más gran revelación era el destino de los humanos que eran pasados a un reino inferior por su egoísmo y envidia. Este reino inferior o reino de abajo había sido un lugar abandonado y vacío dónde el alma del muerto estaba para siempre en el aislamiento miserable. Pero entonces los Ángeles Caídos llegaron, y el lugar se volvió conocido como el Infierno. Los demonios estaban torturando y a veces estaban destruyendo las almas condenadas y confinadas allí. Esta revelación espantó el Cielo. Azrael se elevó al estado de Arcángel, y dado el deber de no asegurarse ninguna alma se dirigió erradamente fuera del Cielo. Él y sus servidores separarían fantasmas y sombras suavemente de sus cadenas, recuperarían las almas humanas de los dominios etéreos, e impedirían a los demonios exigir cualquier alma que no perteneció a ellos. Él no podía aceptar que las almas que se condenaron al Infierno sufrieran para toda la eternidad por errores que ellos habían cometido en sus existencias mortales. Así que el Arcángel de la Muerte empezó atendiendo al condenado, saliendo furtivamente al Infierno para localizar almas humanas que podrían ser convertidas a almas buenas. Azrael les dijo a sus Servidores que les enseñaran también a los humanos a aceptar la Muerte; que era meramente una transición a su próximo estado, y que si ellos vivieran bien sus vidas, no tenían ninguna necesidad de temerle. En el cielo se creyó que Azrael rechazaba estar en el este, por sus constantes salidas con todo su coro, Azrael quiso continuar su misión, y dedujo que él tendría más libertad para llevarla a cabo dejando el cielo pero nunca ha dejado de servir a Dios. Azrael y su coro tienen cuatro misiones ahora: Primero, ellos buscan separar fantasmas y demonios de sus lazos corpóreo o etéreo, para que estas almas sigan a su último destino. Segundo, ellos cazan a las almas que pertenecen a los demonios y las destruyen dondequiera que ellos se las encuentran. Tercero, ellos intentan dirigir a los humanos cerca de la muerte hacia su destino, y fuera de su destino, o por lo menos les da una segunda oportunidad en la rueda de la vida. También ellos son enemigos implacables de los Demonios del Infierno que promueven la muerte. Por último, Azrael continúa su misión de atender al condenado. Es ahora mucho más peligroso, y él sólo puede bajar de vez en cuando al Infierno, para encontrar esas almas que podrían trasformarse en buenas y así pasar las fronteras de algunos de los Principados del Infierno. Él no discute este aspecto de su trabajo, nadie sabe cuántas almas podría haber salvado, o cómo él los rescata del Infierno, o donde van las almas que el ayuda, a los Cielos más Altos, a otra reencarnación, o simplemente al olvido.


No juzguen sin conocer

Carta de Azrael:La Santa Muerte


Para ti que no crees  en mí, son estas palabras, para  pedirte que no me insultes ni me juzgues, puesto que soy una obra más de tu creador, Yo soy el espíritu de luz que te lleva hacia el cuándo tu alma se desprende de tu cuerpo y tienes que rendir cuentas de tu vida, porque yo no soy un ser satánico, ni un demonio, yo te puedo ayudar, porque soy un ángel que nuestro padre creo
Yo soy El Ángel  que te mira, los brazos que te cargan, mi pies que te guían ,mi guadaña que te defiende, mi aliento el aire que respiras,mi manto el que te cubre y resguarda, todo esto lo tengo para ti ,solo invócame y pídemelo, pero hazlo con humildad y responsablemente, no me prometas lo que no me puedas dar, ni ofrezcas cosas que no son tuyas, porque yo tomaré y me llevaré lo que tú me ofrezcas. Me Puedes usar para bien o para mal, pero no las dos cosas, esto porque puedo ascender al cielo o descender al infierno, yo estoy en medio. Al moribundo lo visito con Ángeles de Dios o Demonios de Satanás, dependiendo como se haya portado en la tierra. Yo tengo la dualidad de ser tu protector o tu verdugo.